El mal de Dios.


¡Qué título interesante! ¿El Mal de Dios?

¿Es una contradicción más de la biblia? ¡No! ¡Para nada! Sólo que existe y es real. Y cuando en ocasiones nos toca experimentar «lo malo», el Señor se encuentra con nuestra negativa a aceptarlo y agradecerlo con la misma intensidad con que agradecemos lo bueno.

«¡Es que somos hijos del Rey! ¿Cómo toleraremos esta enfermedad?», nos decimos.

«¿Qué dirán nuestros hermanos?», seguramente dirán que no tenemos fe.

«¿Y qué si se enteran de que no tenemos dinero para comprar un automóvil?», seguramente dirán que «el Señor no nos ha prosperado» por no dar una ofrenda o un diezmo, por tener algún pecado oculto, etc. etc. etc.

Quiero compartir una pregunta de Job:

«¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?» Job 2:10b

Job había alcanzado grandes riquezas en esta tierra y era conocido como el «varón más grande que todos los orientales» (Job 1:3).

Su secreto: Vivía bajo el temor del Señor.

Ahora bien. Las prédicas livianas y positivistas de nuestra época actual, invitan a que dispongamos nuestro corazón a alcanzar exactamente ese nivel de éxito. Con sólo un 2% menos que lo que Job había recibido, nuestra vida pasa a ser un fracaso digno de ser condenado (a los ojos del resto, claro).

No se nos prepara para las muertes familiares, para los duelos, para los lutos, para las largas agonías, para las prolongadísimas enfermedades con sus días de internación que la obra social no desea pagar, con esas «complicaciones» que sufren nuestros parientes en medio de una operación -que se anunciaba como sencilla pero se convierte en un calvario- y en donde las palabras del médico «Es necesario cortar…» nos caen como una bomba atómica para nuestra «fe en que se iba a sanar» que teníamos hasta hace 10 segundos, etc. etc. etc.

No, hermanos. Se nos predica, enseña, exhorta, alienta, a que creamos que el Señor es un festival multicolor las 24 horas y que jamás seremos alcanzados por dardo alguno del enemigo de nuestras almas.

Job tenía razones para estar perplejo ante lo que experimentaba. Por gracia del Señor, ¡no tuvo que soportar él la «guía» de pastor o líder alguno! Aunque era un hombre temeroso de Dios que se preocupaba realmente por el bienestar de su familia y ofrecía sacrificios a Dios por temor a que alguno de sus parientes hubiera mostrado algún signo de rebeldía contra el Señor.

Job sufrió el despojo de sus bienes, la muerte de sus familiares, la pérdida de toda su salud, y la desconfianza de su propia compañera, que le pidió que maldijera a Dios ¡y se muriera!

Tan mal enseñados estamos que si sólo se nos volara la corbata, irrumpiríamos en un palabroterío interminable para justificar que nos encontramos frente a un ataque del mismo infierno sobre nuestras vidas!

No estamos enseñados para recibir lo malo de Dios.

Para aprenderlo, sólo nos queda un camino. Experimentarlo…

Cuando lo hacemos, la burbuja se quiebra, nuestros ojos se abren y comprendemos que la libertad que tenemos en Cristo puede vencer a la misma muerte, y si permite que seamos vencidos por ella, podemos estar seguros que es porque ya no hacemos falta en este suelo.

Que el Señor te bendiga !

Raimundo

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