Inteligencia artificial


Los avances tecnológicos y científicos no son algo que me tomen de sorpresa. En realidad, creo que actualmente nadie se asombra por los logros obtenidos por el ser humano en estas áreas.

Lo llamativo es que a pesar de los esfuerzos por lograr que la tecnología y la ciencia brinden confort a la vida de los humanos, esto sólo se alcanza en los más altos niveles adquisitivos dejando cada vez más distantes a las personas de bajos recursos.

Es más, la cantidad de atención que la tecnología consume de un humano le resta espacio para la comunión unos con otros, para la empatía y la ayuda mutua, para la misericordia.

Y esto no es nada nuevo tampoco…

En la parábola del juez injusto, Jesús narra el momento en el que este juez se negaba a atender a una viuda hasta que finalmente, por la insistencia de ella, optó por concederle justicia con el único objetivo de no escucharla más insistir sobre su pedido.

Esta parábola, que habla de la perseverancia en la oración termina con una frase que retumba hasta nuestros días:

«Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? (Lucas‬ ‭18:8‬b ‭versión RVR1960‬‬)

¿Qué tanto estamos dispuestos a escuchar a quienes más lo necesitan?

¿Realmente consideramos que en las reuniones de la congregación, esos momentos de sonrisas urgentes y saludos al pasar entre los miembros de la comunidad cristiana son suficientes para considerarlos nuestro aporte como oyentes dispuestos a ayudar al prójimo tal como lo hubiera hecho el buen samaritano? Puedes leer la historia completa en Lucas 10:29-37.

La tecnología es muy entretenida, útil y ayuda muchísimo en muchos aspectos. Pero no es lo principal en lo que un cristiano deba enfocarse.

Y me refiero a los cristianos comprometidos con el obrar del Señor en este mundo. No con quienes utilizan el evangelio como medio para enriquecerse de modos obscenos como es costumbre en las mega congregaciones.

Cuando menciono la palabra cristiano lo hago intentando llevar la misma idea que el libro de los Hechos de los apóstoles (Hechos 11:26) cuando por primera vez se llamó así a los discípulos de Cristo.

En esa oportunidad, un cristiano era considerado como tal si andaba como Cristo anduvo.

Dediquemos tiempo para estar con toda persona necesitada. Busquemos evitar que el día pase sin hacer otra cosa que mirar el celular.

El Señor nos dirá en aquel día en que regrese si nos conoce o no. Yo prefiero estar entre aquellos que, sin esperar recompensa, han servido al Señor fielmente.

Espero verte allí ❤️

La inteligencia artificial desembarcó en la humanidad


Servir al Señor


En mi vida, desde que he tenido aquel bello primer encuentro con Él, he buscado diversas maneras de servir al Señor.

En ocasiones lo logré con éxito.

En otras oportunidades, realmente me avergüenzo de recordar lo que hice.

No porque se haya tratado de algo en si mismo «malo», sino porque creo que el Señor tiene una mirada muy diferente a la nuestra sobre lo que significa éxito o fracaso de las cosas que hacemos a Su servicio.

La vanidad está presente en la naturaleza de todo ser humano.

Sin importar lo mucho que podamos disimularla, debemos mirarnos al espejo y reconocer que estamos viendo a alguien embustero que hará lo posible por convencer a los demás, a sí mismo y aún hasta a Dios (vaya descaro) de que lo hecho ha sido «para Su Gloria».

El servicio a Dios conlleva cierta promesa de persecución. Existe una certeza implícita de rechazo exterior (aún de vehemente violencia) en todo aquello que esté relacionado al servicio a Dios.

¿De qué modo se podría hacer frente a este rechazo?

Del único modo posible.

Con una vida consagrada al Señor y a Su servicio, sin importar lo que aquellos que nos rodean (si, me refiero mayormente a los cristianos, familiares y amigos) puedan llegar a opinar al respecto de lo que Dios a puesto en nuestro corazón hacer según Su perfecta y soberana voluntad.

Pero en ese camino de hallar ese espacio en el cual estamos a gusto con aquello que Dios nos pide hacer, nos encontramos a veces haciendo cosas que nuestro entorno acepta incondicionalmente por tratarse de cosas «cristianas» como cantar alabanzas, o cualquier otra actividad que nos brinda satisfacción personal, aplauso fácil, reconocimiento del entorno y recompensa en la tierra.

En la actualidad las congregaciones han sido movidas de una doctrina inquebrantable a un tipo de doctrina humanista, acariciadora, que pone más su eje en cómo se siente una persona, si está cómoda, si el aire acondicionado está a su gusto, si el sonido es realmente profesional, si las luces de colores logran «crear el ambiente» que la oración a solas con Dios no ha logrado crear porque ya no hay mucho tiempo para invertir en esos menesteres.

Lo digo con amarga tristeza en el corazón.

Se ha dejado el tiempo devocional en manos de unos vídeos o mensajes de colores por WhatsApp, en lugar de acudir a la fuente inagotable de toda Gracia para nuestras vidas.

Y esto, hermanos, con el tiempo «pasa factura».

Poco duran las reuniones de oración o los entusiasmos por llamar a ayunos. ¿Hace cuánto no ayunas, hermano o hermana?

O, lo pregunto mejor… ¿Con que frecuencia haces ayuno?

Yo confieso que no soy un gran ayunador. Pero eso tampoco debería aliviarte. Pues yo me siento mal por no buscar más a Dios de lo que debía buscarlo. Y te pregunto lo mismo que me preguntó yo a mi persona.

No culpo a terceros por mi desidia. Pero confieso que los ejemplos que he visto no han sido los mejores.

Pastores que ayunan para que su iglesia crezca. Es doloroso ver que existan motivaciones tan egoístas.

Un ayuno debería convocarse para que el Espíritu Santo derrame convicción de pecado sobre la humanidad. No para buscar beneficios personales o para alcanzar bendición en nuestros proyectos.

Aún si esos proyectos los consideramos «la voluntad de Dios» el fin de nuestro servicio es rescatar a las almas que indefectiblemente se irán al infierno por la eternidad. Y no es el infierno el lugar de fiestas y jolgorio que algunos han creído que es. Sino un espacio de permanente temor, miedo, oscuridad y angustia en grados tan elevados que se deseará abandonar ese lugar de inmediato, pero que no tendrá jamás una puerta de salida.

Nuestra comunión con Dios puede hacer la diferencia.

John Wesley tenía esa virtud de orar por las almas con un fervor y una constancia tal que Dios añadía a miles a Su iglesia cada día. Este hombre se dolía por aquellas almas que vivían lejos del fuego santificador de Dios. Tenía en su corazón ese fuego que ardía como la zarza que vio Moisés que nunca se apagaba.

¿Cuál es tu motivación para el servicio?

Te lo digo a ti como hermano en la fe y si eres ministro, pastor o líder mucho más! ¿Que te motiva a servir a Dios?

¿El dinero que podrás recaudar para hacer más obras para Él? Necio! Él es el dueño de la plata y el oro! Lo que necesite para Su obra lo proveerá en su momento!

Clama por las almas perdidas!

Predica como si en 20 minutos algo fuera a arrasar al mundo en su totalidad y no hubiera otra oportunidad pues, eso mismo es lo que sucede, y tú, no sabes en qué momento Él volverá.

Busca a Dios y deja que sea Él quien dirija Sus proyectos. Deja en Sus manos aquello que Él hace mejor y haz, de una buena vez, aquello para lo cual fuiste escogido!

El tiempo es corto, muy corto y… ¡Falta Menos!

Carteles de bienvenida y/o advertencias


Así son algunos carteles de bienvenida que la gente utiliza para sumar humor a la recepción de invitados.

Pero carteles de bienvenida y/o advertencia los hay de todo tipo y en todo lugar.

Uno muy frecuente es el cartel de aviso CUIDADO CON EL PERRO!, que se muestra en algunas casas cuando detrás de la puerta se encuentra un perro peligroso por su agresividad ante la gente que no conoce.

Pero lo gracioso de este cartel es cuando algunos lo ponen en el frente de sus casas y se ve claramente que dentro hay un perro pequeño, casi diminuto, que a las claras se ve que es un primor y una dulzura. Entonces allí sí es gracioso ver este cartel.

También se utilizan en forma de felpudos (tapetes que se suelen colocar en el suelo justo frente a la puerta de acceso para que la gente, antes de ingresar, tenga la oportunidad de limpiar las suelas de su calzado para no ensuciar el interior.

Como sea, es agradable verlos y el ingenio de sus mensajes siempre nos arranca una sonrisa.

Y no existe ningún remedio mejor que el humor para enfrentar la vida y mantenernos jóvenes.

Aquí les dejo otros carteles de distinto tipo que son realmente interesantes:

Que Dios los bendiga!

Cómo amar al pecador aborreciendo al pecado.


(Ejemplo práctico)

Una de las cosas «difíciles» que nos manda nuestro Señor hacer es amar a nuestros enemigos.

Como frase bíblica es muy bonita y elegante, pero cuando el Señor en Su soberana voluntad permite que parte del camino debamos transitarlo a la par de un enemigo que nos agrede, y la palabra del Señor nos pone a prueba, la situación pasa a ser algo más delicado que debemos aprender con la guía del Espíritu Santo.

Dios aborrece el pecado pero ofrece misericordia y amor al pecador aún cuando este no lo merece. (Sucedió con nuestras propias vidas, ¿lo recuerdan?)

Uno puede pensar: «bueno… para Dios es fácil» pero no. El precio que Dios mismo pagó fue bastante alto en la cruz con el sacrificio de su Hijo Jesús.

Pero entonces, ¿cómo podemos nosotros hoy amar al pecador y aborrecer al pecado?

C.S.Lewis, (autor de las Crónicas de Narnia, saga de libros cristianos para niños y no tan niños) dijo:

«Amar al pecador y al mismo tiempo aborrecer al pecado es algo sencillo si encontramos algo para compararlo.

Y no necesitamos ir muy lejos para hacerlo.
Tenemos en nosotros mismos el mejor ejemplo.

Muchos de nosotros seguimos y servimos al Señor aún cuando conocemos muy bien quiénes somos y que cosas aún deben cambiar en nuestras vidas.

El mal carácter, ciertas desobediencias, hasta algún pecado con el que aún seguimos luchando para que el Señor quite de nuestras vidas. Ese ‘aguijón’ en la carne que aún no hemos podido resolver.

Sin embargo…
Aún así, conociendo perfectamente aquellas cosas que desde nuestra carne luchan contra nuestro espíritu, nos amamos a nosotros mismos.

Aborrecemos esas cosas que en nosotros aún no han cambiado pero nos amamos a nosotros mismos.

¿Cómo sabemos que nos amamos?

Jamás dudamos en alimentarnos, en buscar protección para nuestro cuerpo ante el peligro, en abrigarlo cuando hace frío, en proveer para todas nuestras necesidades.

Eso es amar al pecador aborreciendo al pecado.

Y ese mismo amor, que hace a un lado aquellas cosas que no son buenas en nosotros mismos, es el amor que el Señor nos pidió que ofrezcamos a nuestro prójimo cuando dijo que amemos a los demás como a nosotros mismos»

¿Dólar Blue o Dólar negro?


Me pasaron este «dato».

El dolar oficial está $ 75 para la venta.

El dolar blue está 120 para la compra.

Creo que al comprar los 200 dólares (límite mensual posible) te cobran un % que no sé bien cuánto es.

Un compañero de trabajo compró sus 200 dólares, y pagó cerca de $ 19.000.

Luego pidió turno en el banco (por la pandemia ahora hay que sacar turno para la atención por ventanilla) y retiró sus dólares.

Después los vendió a un arbolito de su confianza a $ 24.000.

En unos días, ganó 5000 sólo por comprar en el banco y vender en la calle.

De no ser por el turno en el banco esta transacción podía haberla hecho en un solo día.

Lo anterior es cierto.

Lo que sucede es que no es legal.

Pueden verlo en la nota: https://www.lanacion.com.ar/economia/arbolitos-aprovechan-suba-del-blue-hacen-pocos-nid2355440

Por lo tanto, es pecado.

Si sé que el Señor me pide guardar la ley para dar buen testimonio y no ser avaro, y contentarme con lo que tengo y recibí de Él por mi trabajo o por misericordia.

¿Haciendo un movimiento como éste romperé mi fidelidad al Señor por conveniencia económica?

¿Venderé mi integridad por un ingreso «extra»?

¿Lo haría, aún sabiendo que no corresponde, sólo porque otros cristianos (que aún no han entendido que es pecado) lo hacen?

Es cierto, las leyes en muchas ocasiones, no se adecúan a nuestras «urgentes» necesidades.

Pero… ¿acaso el Señor nos dijo que existían atajos para vencer las pruebas?

¿Nos dio herramientas para estar por encima de la ley y justificar nuestras acciones en pos de un rédito económico sólo por el hecho de que «todos lo hacen»?

¿No nos estaremos perdiendo otro tipo de bendiciones (que el dinero no puede pagar) acarreando condenación por no hacer lo correcto que es respetar la ley impuesta en el país que Él (nada menos) nos ha hecho vivir con un propósito?

Lo loco es, que quienes justifican éstas acciones para llevarse un «puchito extra» de plata al bolsillo, no se dan cuenta de que forman parte del engranaje de corrupción que tanto afirman rechazar.

Porque ese dinero es el que, a paso de hormiga, reúnen los fugadores y lavadores de grandes masas de dinero para llevarse las divisas fuera del país hacia paraísos fiscales.

Los «arbolitos» generalmente trabajan para casas de cambio u otras empresas que luego le venden ese dinero negro a los grandes saqueadores del país.

Y la rueda jamás termina.

La consecuencia final, es que esa misma persona, que se benefició temporalmente por una ganancia deshonesta, hunde en el mismo movimiento la economía del país que dice defender, llevando a que otros no puedan salir de su pobreza o los empujan a caer en ella.

Esa mínima responsabilidad debiera ser suficiente para llamarles la atención.

Pero el apetito suele ser más grande.

Como dice el dicho popular: «La necesidad tiene cara de hereje».

UN TESORO ENCONTRADO


“El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.”
Mateo 12:35

«Porque donde está vuestro *tesoro* allí estará también vuestro corazón.»
Lucas 12:34

«y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí *tesoro* y no es rico para con Dios.
Lucas 12:19‭-‬21

Somos responsables de ser cuidadosos y procurar incrementar a diario ese *tesoro* que Dios depositó en nuestro interior por haber creído en la obra de Jesucristo en la cruz.

La mejor manera de hacerlo es mantenernos firmes en la oración y la comunión con el Señor, a la vez que damos de esta gracia que hemos recibido sin merecerla.

Tenemos un Dios que es maravilloso y cuando damos bendición a otros multiplica mucho más nuestra experiencia con Él.

Nos pide el Señor:
«Clama a mí, y yo te responderé, *y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces*.»
Jeremías 33:3

Ese es otro modo de que el *tesoro* que Dios depositó en nosotros aumente: el clamor al Señor.

«Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos; y te daré los *tesoros escondidos*, y los secretos muy guardados, para que sepas que yo soy Jehová, el Dios de Israel, que te pongo nombre.»
Isaías 45:2‭-‬3

El Señor se adelanta a nuestras obras. Él prepara las obras delante nuestro para que andemos en ellas. Promete ir delante de nosotros.

Cuando no sepamos qué decir, en situaciones adversas, también promete que el Espíritu Santo pondrá palabras en nuestra boca. Que sólo abramos nuestra boca con la confianza de que él pondrá allí aquellas palabras que nos darán victoria.

Hermanos, hablamos de un Dios misericordioso, maravilloso, Santo y sumamente poderoso.

NO TEMAMOS A NADA EN ESTA VIDA PORQUE A ÉL LE HA PLACIDO *DARNOS* EL REINO Y ESTAR CON NOSOTROS *TODOS LOS DÍAS* HASTA EL FIN DEL MUNDO!

Gracias Señor

Podés cambiar de vida hoy


Esa noche discutí con mi madre sin lograr recordar el motivo. Sólo recuerdo el ruido de la puerta golpeándose con violencia detrás de mi salida de la casa.

No tenía a quién buscar. No sabía para qué lado caminar.

No existían los teléfonos móviles en esa época. Así que para encontrar a algún conocido (de esos que andaban por la calle y quizá tenían droga para facilitarme) debía caminar y esperar a cruzarme con alguno.

Evité la Plaza Noruega de manera intencional. Había pasado la noche anterior y como era Febrero, creía que estaba alguna murga y gente haciendo fiesta y aplaudiendo no entendía a qué. La vida en ese tiempo no tenía un rumbo cierto para mí y estaba bastante cansado de las opciones que me ofrecía.

Fui por la calle Vuelta de Obligado, paralela a la Avenida Cabildo hasta Juramento.

No me gustaba cómo se iluminaba la avenida por las noches. La noche debía ser oscura. La noche debía poder ocultarme.

No quería ver a nadie. Quería estar solo. Pero, oh sorpresa, no tenía con qué drogarme y, entre locos, nadie te niega una seca. No digo una tuca, una simple pitada a fondo sería suficiente para relajar tanto desastre.

Mi realidad, en ese instante, se había reducido a buscar droga para estar “colocado” durante la noche y caretear en mi casa durante el día.

Como mi viejo había fallecido cuando yo tenía 6 años, mi vieja (no sé cómo hizo) salió a buscarse el mango y sostuvo hasta mis 20 años, esa casa de Belgrano con el tablero de ajedrez sobre la puerta.

Todos mis amigos me preguntaban siempre por ese tablero. Era una señal en el medio de la nada. Sigue estando allí, aunque ya no vivo más en esa casa. ¿La calle? Dr. Pedro Ignacio Rivera entre Moldes y Vidal.

Disfrutaba de vivir en una calle con ese nombre tan largo entre dos calles de nombre tan corto. Facilitaba a mi memoria.

A mi viejo lo conocí muy poco, pero me hizo falta toda la vida.

Aquella caminata por Juramento hasta las Barrancas de Belgrano fue rápida. Sólo quería algo. No alguien. Aunque debiera depender de alguien para ese algo…

Cuando llegué, bajo uno de esos árboles inmensos de la primer barranca (ese que tenía esa rama larga donde nos colgábamos y jamás pudimos quebrar) estaba el grupo de locos. Escondidos en ese sector de sombras. Bienvenida noche, bienvenido porro!

Fumé sin reservas. No puedo recordar quiénes estaban ahí; no lo logro recordar. Es evidente el poco valor que le daba a las personas en aquel entonces.

Cuando estaba ya «colocado», sencillamente me fui.

Volví subiendo por Juramento y recordé que era mejor ir por la zona oscura.

Entonces crucé Avenida Cabildo y seguí de largo hasta Ciudad de la Paz para doblar a la derecha hacia Dr. Pedro Ignacio Rivera (cómo me gusta esa calle, es muy interesante).

Pero olvidé que a la media cuadra de Ciudad de la Paz estaba la Plaza Noruega.

Lo olvidé por completo.

Dado que estaba bajo el efecto de la marihuana, regresar sobre mis pasos era algo que podría considerarse demasiado sospechoso (aún cuando nadie me estaba mirando) y como era necesario “caretear” mientras estaba en la calle, tenía que fingir que mi decisión de continuar por Ciudad de la Paz era una decisión tomada casi con criterio científico.

Ah… los argumentos de mis pensamientos bajo el efecto de la droga podían ser bastante raros.

Finalmente llegué a cubrir esos 50 metros y opté por ir detrás de la reunión de carnaval (eso creía) que estaba sucediendo en ese lugar.

En la manzana formada por las calles: Juramento, Ciudad de la Paz, Mendoza y Amenábar, había un mercado municipal (hasta hace poco existía, con la pandemia del coronavirus COVID-19 no sé si seguirán operando todos los puestos, pero les recomiendo visitar las especialidades en fiambres y embutidos alemanes, un espectáculo!) en una de sus mitades y, por otro lado, la Plaza Noruega.

De noche, la reja que separa el estacionamiento del mercado de la plaza, queda prácticamente a oscuras gracias a los árboles mismos de la plaza y a la ausencia (en aquel entonces) de seguridad en el mercado. Por eso fui por ese camino, para preservar mi estado se la vista de curiosos.

Justo a la mitad del recorrido hacia Amenábar, me di cuenta que estaba seguro, nadie me veía, pero yo podía ver todo lo que hacía esta gente que se encontraba en el sector iluminado de la plaza.

Había como un escenario y mucha gente del otro lado.

Sobre el escenario había una batería, una guitarra, una mujer embarazada sentada en un teclado antiguo y un hombre cantando dando saltos. Jamás pude saber que cantaban. Mi atención estaba puesta en otro lado.

Entre la gente que se encontraba allí, logré ver claramente la cara de un conocido. Era un amigo que con tal de experimentar cosas nuevas, era capaz de inyectarse agua podrida.

Si estás leyendo esto, te comento que, en Argentina, mayormente en la Capital Federal de Buenos Aires (hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires) le decíamos en ese entonces “agua podrida” al agua que se encontraba al lado de los cordones de la vereda, sobre la calle (entonces casi todo era de adoquines).

Podía tener cualquier cosa esa agua, y él la ingresaba a su torrente sanguíneo esperando que algo mágico sucediera!

Este muchacho era el que yo estaba viendo ahí.

Me quedé absorto por un momento.

¿Qué hacía él ahí? ¿Por qué no estaba buscando la oscuridad en donde estaría mucho más seguro?

De pronto, mientras yo me preguntaba estas cosas, veo que él cae hacia atrás.

Lo perdí de vista en un instante.

No me di cuenta que por querer ver mejor a mi amigo, me acerqué demasiado al escenario (siempre por detrás y a oscuras).

En ese momento, veo que tres personas vestidas de traje traen una persona casi a la rastra que estaba haciendo unos movimientos muy raros y atípicos. ¡Era mi amigo!

Como notaron que yo estaba ahí, pusieron una lona verde divisoria que me impedía ver lo que hacían.

Me asusté… Pensé: “Mi amigo está teniendo un ataque de epilepsia y ésta gente sólo busca impedir que se vea lo que sucedió!”

Y me quedé ahí, a ver en qué terminaba todo esto. No podía creer que nadie fuera a buscar ayuda médica.

Después de un tiempo, que me pareció mucho más largo de lo que realmente fue, vi salir a mi amigo que, al reconocerme, se acercó a saludarme.

— ¿Cómo estás? — le pregunté.

— ¡Bárbaro! — me respondió con una sonrisa.

— ¿Cómo “bárbaro” si te estabas retorciendo en el piso?

— Me sacaron siete demonios. — me dijo.

Yo le respondí: — No me jodas con esas estupideces. ¿Que fue lo que te pasó? —

Su respuesta fue: — Si me querés creer o no, es tu problema. Yo lo único que sé, es que todo el mundo tendría que pasar ahí adelante para que el pastor le ore. —

Y se fue…

Ni siquiera me dio tiempo a retrucarle algo. Me dejó con la palabra en la boca, dio media vuelta ¡y se fue! Así nomás!

Instantáneamente oí una voz en mi cerebro que me aconsejó: “ Si tenés algo de eso, sería bueno que te lo sacaras de adentro. ¿Qué perdés con probar? ”

Fue como una invitación que no podía rechazar. Contradecía a mi miedo, que me paralizaba por lo que había visto y me invitaba a salir corriendo de allí.

Se parecía al miedo que produce nuestra ignorancia de lo desconocido en una sala de espera, cuando no sabemos qué nos espera al ver a un especialista de un tipo de rama médica que enfrentamos por primera vez. Las próximas visitas, uno se trata como amigo con el médico, pero la primera vez uno ignora a lo que se está exponiendo y quisiera huir.

Justo en ese instante, el hombre que estaba en el escenario comenzó a decir: — Venga que voy a orar por usted. —

Yo no sabía que había dicho antes, no escuché una sola palabra. Lo único que tenía en mi mente era la sugerencia de mi amigo y nada que perder.

Y fui…

Me puse adelante de todo para mirar bien todo lo que pasaba.

El hombre dijo: — Yo le voy a guiar a hablar con Dios. Repita las palabras que yo diga y hágalas suyas. —

Yo pensé: “ Voy a repetir lo que me parezca lógico repetir. No soy marioneta de nadie. ”

Y comenzó:

— Señor Jesús —

“Bueno” pensé, “no estoy diciendo nada malo, así que está bien…”:

— Señor Jesus. —

— Vengo a Tí. —

“Por ahora vamos bien, nada raro” me dije a mí mismo.

— Vengo a Tí. —

— A pedirte perdón. —

“Bueno, mis macanas me he mandado, así que no estaría mal”

— A pedirte perdón. —

Desde este punto en adelante ya no recuerdo la oración de aquel momento en particular.

Sólo sé que algo hizo un click en mí interior en ese mismo instante. ¡Estaba hablando con Dios y podía sentir que El estaba al lado mío, rodeándome, atravesándome, ¿amándome?

Entiéndase bien lo que menciono, era una experiencia espiritual única. Creada sólo para mí en ese momento de mi vida. Le agradecí y le agradezco que haya guiado mi vida hasta ese punto. Todo tuvo sentido!

Debo reconocer que en un primer momento y hasta unos meses después, no comprendí del todo lo que sucedió esa noche.

Algunos amigos a quienes les conté mi experiencia me dijeron: — Qué bueno que la religión te haya hecho bien. —

Pero, ¿de qué religión me hablan? Dios no es una religión! Estaba ahí conmigo en ese momento y desde ese día camina conmigo todos los días!

Apenas terminé esa oración, abrí los ojos y lo primero que noté, es que el efecto de la marihuana había desaparecido totalmente.

Estaba careta. Pero eso no fue todo. Comencé a escuchar la música que pasaron al final de la reunión al aire libre de un cantante que sabría más tarde se llamaba Ken Leroy (le dejo el link a quien le interese: https://youtu.be/MXhKINRCqIM ) y me gustaba!

Cuando llegué a mi casa, fui a mi habitación. Me encontraba contento y no sabía de qué.

Al despertar al día siguiente, no sentía esa necesidad de salir a buscar droga para estar colocado, me sentía bien sin drogarme! Y no estaba tan mal la realidad después de todo.

Recuerdo que regresaba de las reuniones con mi amigo (el del agua podrida) y volvíamos riendo y diciendo sobre la reunión: “Es mejor que una pepa!”

Para los que no lo saben, “pepa” en la jerga del mundo de las drogas significa LSD o ácido lisérgico, que es una de las más fuertes y alucinógenas.

Bueno, así nos sentíamos.

Todo era nuevo, todo era paz y felicidad sin drogas.

¿Cuál era el truco? ¿Cuál era el secreto?

Sencillo:

— Señor Jesús, te pido perdón por aquellas cosas que hice mal en mi vida. Quiero que camines conmigo. Quiero conocerte más cada día y contar con tu protección pero sobre todo con tu amistad. Enseñame todo lo que no entienda de los temas espirituales. Quiero aprender más. Guiame a conocer a las personas correctas, no perfectas, sino correctas. Quiero que anotes mi nombre en el libro de la vida. Gracias Jesús”.

Ser UNO con Dios


2ª Pedro 1:3-7 dice: «Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por Su divino poder, mediante el conocimiento de Aquel que nos llamó por Su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.»

No dice «Algunas» cosas, sino que dice «TODAS» las cosas.

¿De cuáles cosas habla?
Las que pertenecen A LA VIDA.

¿Y qué pasa con esas cosas?
«NOS HAN SIDO DADAS»

¿Acaso las merecíamos?
No, sino que nos fueron dadas por Su Divino Poder.

¿Cómo se manifestó ese poder?
Mediante el conocimiento que también nos reveló Él, Quien, además, nos llamó.

¿Entonces nos llamó porque le resultábamos de utilidad o porque eramos especiales?
No. Nos llamó por Su Gloria y Excelencia..

Y podemos seguir haciéndole preguntas al texto hasta hacernos UNO con el Verbo y asimilar cada verdad escondida en este maravilloso pasaje.

Que el Señor les bendiga!!!!! ♥

¿Mensaje de éxito?


Este es un claro ejemplo de cómo se manipula la palabra de Dios para hacerle decir lo que a uno se le antoja. No existe revelación del Espíritu Santo en este caso, sino un claro intento de hacerle decir a la Biblia lo que NO DICE.

¿Por qué leo estos mensajes? Bueno, porque sé que son «exitistas» (animan al cierto tipo de «éxito») y que poco tienen que ver con la palabra de Dios y con el plan de Dios para el cristiano. Y los leo, para poder informar a quienes los leen de sus errores de base. Error en el cual un líder, que se dice estudioso de la Palabra, no debería incurrir.

El mensaje es el siguiente (agrego mi respuesta a tal mensaje al final).

«Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?». Lucas 13.7

La higuera estéril causa dos consecuencias negativas. La primera es que no da fruto, la segunda es que ocupa un espacio sin dejar lugar a otra higuera que sea fructífera.

Revisá la viña de tu vida y, en cada higuera que tenés plantada, fijate si está dando fruto:

*Actividades* que no dan fruto y, además, ocupan tiempo que podría ser utilizado en otras que sean productivas.

*Dinero* que utilizamos en cosas improductivas y que, por otra   parte, nos falta para cosas que sí producirían buenos resultados en nosotros.

*Clientes* que no compran y, además, no nos permiten atender a otros buenos clientes que sí comprarían.

*Tiempo* que dedicamos a cosas estériles y que, después, nos falta para el descanso, el estudio, la vida devocional o el servicio al Señor.

*Relaciones* que son improductivas y que, además, nos dejan sin tiempo para relaciones que sí enriquecerían nuestra vida.

No te olvides que por cada cosa a la que decís que sí, automáticamente hay otra a la que le estás diciendo que no. Y por cada peso que gastás en algo, automáticamente dejás de tenerlo para utilizarlo en otra cosa.

Recordá que la higuera estéril no solo no da fruto sino que también impide que en su lugar haya otra que produzca fruto en abundancia.

Detectá higueras estériles, tomá conciencia del espacio que ocupan en tu vida y dedicate a cortarlas para poder disponer de espacio para plantar otras higueras productivas en su lugar.

Yo bendigo tu vida para que puedas definir las higueras que deben ser cortadas y para que puedas actuar en consecuencia, liberando espacio para plantar, en su lugar, higueras productivas.

MI RESPUESTA A ESTE MENSAJE FUE ASI:

Pastor, es una pena que interprete este pasaje a medias.

Precisamente la actitud del cristiano debe ser la de interceder por estos obstáculos(higueras estériles) para que den fruto, tal como se describe en los versículos 8 y 9!

«Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.»

Note que quien desea cortar la higuera es el Señor y el viñador le ruega por otra oportunidad.

Y sólo si luego de trabajar en ello, no diera fruto, el Señor cortaría la higuera: «Y si no, la cortarás después.» No la cortaría el viñador, sino el Señor.

Creo que el Señor en este pasaje está probando el corazón del viñador para ver si tiene fe en que algo puede cambiar en esa higuera. Y nos anima a tener la misma esperanza, orando sin cesar por aquellas cosas que otros ya dan por perdidas.

Dios bendiga su vida!